Extracto del
libro “Ser mujer, un viaje heroico” de Maureen Murdock (traducido del inglés).
Cada una de
nosotras debe tomar el propio poder femenino en su totalidad. Si una mujer
continua resintiendo a su propia madre por la falta de cuidados y atención que recibió
de ella, se mantiene atada a esa mujer, una hija-en-espera eterna. Se niega a
crecer, a pesar de que en su mundo exterior funciona aparentemente como una
adulta madura. Internamente siente que no vale, que está incompleta. (…)
Muchas mujeres no
se dan cuenta cuanto se reprimen a sí mismas debido a los mensajes que
recibieron de sus “madres” en la niñez (madres, abuelas, tías y mujeres que
representaban el rol). Estos mensajes sirvieron para inmovilizarlas y continúan
haciéndolo. Ejemplo de estos es cuando las madres se lamentan de lo que
pudieran haber sido, de lo que el padre
no les permitió, de las sensaciones de dolor y sufrimiento en sus vidas, de la sensación
de estar saturadas, etc. (…)
Las hijas que no
tuvieron madres que las apoyaran durante su niñez sienten que deben hacer todo
por sí mismas. Tienen dificultad como adultas en pedir ayuda y en buscar lo que
necesitan debido a que este tipo de guía no estuvo disponible en los primero
años de sus vidas.
En la adultez, continúan
haciendo todo ellas mismas, con el miedo de que no pueden confiar en nadie. Sienten
que deben realizar todo de manera perfecta para esconder lo que no saben y lo
que nunca fueron enseñadas. Aprender a pedir ayuda es una gran paso para tomar
nuevamente su poder personal.
“Encuentro difícil
aceptar y tomar a mi madre en su faceta mas desequilibrada, porque eso me
lleva a enfrentarme con mi propio desequilibrio. Debo tomar a mi madre tal como
es. Debo amigarme con el hecho de que no puedo hacer que me ame de la manera
que quiero que lo haga.(…) No puedo aferrarme al dolor de ser un hija no
cuidada, eso me imposibilita ser todo lo que soy, mi totalidad.”