23.5.13

Desde el círculo uno al millonésimo círculo



Formar parte de un círculo lleva a formar parte de otros. Al igual que los colonos de la antigua Grecia, que antes de abandonar su ciudad natal acudían al templo y, del fuego que ardía en el centro del hogar circular, tomaban brasas con las que encender el fuego del que ahora sería su nuevo templo, y al igual que la muchacha recién casada tomaba ascuas del hogar materno para encender la lumbre en su nueva casa, cualquiera que haya formado parte de un círculo sagrado puede llevar ese espíritu así como ese arquetipo y ese campo morfogenético  a un nuevo círculo o a otro aspecto de su vida.

Tal vez te pongas en movimiento y formes un círculo nuevo, o sin moverte pongas en marcha un segundo círculo; quizá al hablar de tu círculo con una amiga hagas que se sienta inspirada y sea ella quien cree un nuevo círculo de mujeres, o es posible que mientras lees este libro decidas que quieres participar en uno. La propagación de los círculos se asemeja, por tanto, al modo en que se reproducen las fresas, cuyos tallos rastrean la tierra sembrándola de estolones que se convierten en futuras plantas, y éstas un día, a su vez, crearán iodo un campo rebosante de estas frutas.

Los círculos de mujeres se forman de uno en uno, y cada uno logra que la experiencia de haber estado en un círculo se expanda a otras mujeres, ya que cada mujer, a la que un círculo ha ayudado a cambiar, lleva consigo esa experiencia al mundo de sus relaciones. Y será así hasta que, finalmente, un día nazca un nuevo círculo que será el millonésimo círculo, el decisivo, y que iniciará para la humanidad la era post-patriarcal.

Extracto del libro “El millonésimo círculo” de Jean Shinoda Bolen.