“Las ancianas saben que se encuentran en una encrucijada y saben
igualmente que la decisión que tomen les costará sacrificar alguna de las
distintas alternativas. Elegir un camino significa abandonar el otro. Cada
decisión fundamental posee sus propias y concretas características: lo concreto
difiere, pero lo esencial permanece igual. Hemos de conocernos a nosotras
mismas y saber en todo momento qué es lo que nos importa con el fin de elegir
sabiamente.
Seguir un camino trazado con coraje, mantenernos despiertas
y estar satisfechas son conceptos relacionados entre sí. He utilizado las
enseñanzas que don Juan imparte a su aprendiz Carlos Castañeda desde que las leí, allá por los años sesenta. Mi
versión es la siguiente: Existen muchos caminos entre los que elegir, pero ni
uno solo lleva a ninguna parte. No obstante, debemos escoger con muchísimo
cuidado qué sendero tomar. Si elegimos uno con el corazón, quizá sea difícil,
pero imperará la alegría y, mientras viajemos, maduraremos y llegaremos a
identificarnos con él. Si escogemos un camino por miedo, en cambio, la angustia
será nuestra compañera de viaje, y nada importará el poder, el prestigio y las
posesiones que consigamos, porque todo eso nos hará sentirnos limitados. (…)
Ser humano supone una experiencia corporal y anímica, única para
cada persona. Desde el punto de vista físico no hay nadie igual a otro. Cada
uno de nosotros posee su propia historia, que es única, y la realización de
esta historia entrará en relación directa con el hecho de si hemos elegido el
sendero con el corazón. Venimos al mundo con una personalidad determinada: nuestra
manera de ser innata se advierte ya en la infancia.
Las aficiones las vamos desvelando a lo largo del camino
como reacción frente a lo que nos encontramos. ¿Con qué recursos hemos llegado
al mundo? ¿Qué es lo que encontramos fascinante? ¿Qué nos proporciona alegría?
¿Qué es eso que sabemos que nos importa profundamente? Si somos seres espirituales
que seguimos un camino humano, las respuestas a las preguntas que conforman el
viaje no proceden del exterior, ya que la sabiduría se encuentra en nuestro
interior.
La senda exterior que tomamos es el conocimiento público,
pero el camino del corazón es interior. Los dos se unen, sin embargo, cuando la
persona que somos y que dejamos ver en el mundo coincide con quien somos en lo
más profundo de nuestro ser. A medida que nos volvemos más sabias, somos más
conscientes de que las encrucijadas importantes del camino, en general, no se basan
en elecciones que aparecerán recogidas en los anales públicos; son decisiones y
luchas que tienen más que ver con haber elegido el amor o el miedo, la rabia o
el perdón, el orgullo o la humildad. Son elecciones que modelan el alma.”