Del libro “Enseñanzas de una chamán urbana” de Gabrielle Roth.
“Otra forma clave de liberar el cuerpo para experimentar el
verdadero poder de ser consiste en la expresión plena de la energía sexual que
fluye a través de nosotros y nos impulsa hacia adelante. Una de las tareas más
vitales en nuestras vidas, que nos permite entrar de lleno en nuestra
potencialidad humana, es aprender a hacer el amor. Es algo que no se nos enseña
en nuestra cultura puritana/lasciva, al menos hasta bien entrados los veinte, y
entonces sólo de manera accidental y rara.
Todavía hay muchas personas, la mayoría, que no saben hacer
el amor en forma completa y satisfactoria. La nuestra es una cultura
supuestamente liberada, incluso libertina, y sin embargo su subdesarrollo
sexual es francamente lamentable. Sustituye la experiencia sexual auténtica por
excitaciones y descargas agresivas y actos sexuales fugaces. Vale la pena
preguntarse qué clase de mundo sería el nuestro, cuánta menos violencia, violaciones,
adicciones, depresiones, delitos y guerras habría si la gente viviera
regularmente experiencias sexuales ricas y plenas.
Estamos rodeados de intentos de lograr satisfacción sexual
en casi todas las formas posibles, salvo aquella que resulta más profunda y
gratificante. ¿Cuántos de nosotros sabemos cómo tener una experiencia sexual
plena, catártica, estremecedora y que involucre todo el cuerpo?
La experiencia sexual plena es la forma más efectiva de
curamos. Libera todas las tensiones y el estrés que acumulamos y nos lleva a
terminar abrazados por y abrazando al mundo en la persona de nuestra pareja.
Sin embargo, la mayor parte del sexo que nos rodea, en la publicidad, en las
diversiones y en los encuentros furtivos en la oscuridad, tiende a ser externo
y superficial y a ubicarse más en la cabeza que en el cuerpo.
Este abuso crónico de la sexualidad resulta tan nocivo y
destructivo como curativa e integradora es la experiencia sexual auténtica.
Hablamos y pensamos mucho acerca del sexo, pero en general no hacemos bien el
amor.
Lo que necesitamos de manera más elemental es darnos más
tiempo en el proceso de hacer el amor. No es algo que pueda comprimirse entre
el noticiario y la película de la noche, o entre el despertador a las siete de
la mañana y la corrida hacia el trabajo.
Hacer el amor lleva tiempo. Este ingrediente vital de
nuestro bienestar merece tiempo, lo cual sugiere que tal vez no sea algo para
hacer todos los días. Necesitamos acumular energía, de modo que al hacerlo, lo
hagamos totalmente comprometidos y a plena conciencia, pues ésta debería ser
una de las dimensiones sagradas e inviolables de nuestra vida. Deberíamos
darnos el tiempo y la libertad suficientes para dedicarnos a ser nada más que
amorosamente sexuales.”